miércoles, marzo 30, 2011

Impuestos al salario y las libertades del lenguaje tributario

Como todos los años (y como resultado de la inexistente inflación), el Gobierno, los sindicatos y la oposición encaran el más increíbles de todos los debates al evaluar la posibilidad de incrementar los mínimos no imponibles del impuesto a las ganancias. Como todos los años, no logro contener mi perplejidad al ver que se plantea como una medida progresista de defensa al bolsillo del trabajador.

Expresé mi opinión en este espacio en reiteradas oportunidades (por ejemplo, acá y acá). Para no repetirme y aburrir (¡No puedo dar garantías de lo segundo, aunque la previa con Gene me permite intuir que lo que acá concluyo es medio ruidoso!) permítanme darle otra vuelta a la tuerca.

Una transformación clave de la economía argentina en los últimos 20 años (y digo 20 no por casualidad) fue la evolución de la estructura tributaria hacia una más moderna y sólida, cuyas características más salientes puedan resumirse en el siguiente grafico*
Además de consolidar su capacidad recaudatoria para alcanzar un ingreso total equivalente al 30%, en los últimos 20 años (algo más si se incluye provincias y municipios) se produjo un crecimiento sostenido de la participación de impuestos más progresivos en el total recaudado (como los impuestos a los réditos/ganancias y al patrimonio), en perjuicio de otros más regresivos (como el IVA o los impuestos al trabajo).

Ahora bien, en algún momento alrededor de 2005 esta tendencia a la mayor progresividad recaudatoria se detuvo, comenzando una leve tendencia hacia la caída en la participación de los impuestos “buenos”.

Esta dinámica puede explicarse por tres fenómenos.

El primero de ellos es el estancamiento en la recaudación de los impuestos “progres” que, desde 2004, oscilan alrededor del 7.5%.
El estancamiento de estos impuestos progresivos tiene a su vez varias explicaciones. En primer lugar, manteniendo constante la estructura tributaria, la recaudación de impuestos progresivos es más alta cuanto más concentrado este el ingreso y la riqueza, y más baja cuando la distribución mejora (la razón técnica la explico en otro post para no eternizar este). Cuando la distribución empeora, sube ganancias, cuando mejora, baja. Así, el sistema tributario actúa, en parte, amortiguando los cambios en la distribución del ingreso por lo cual parte del estancamiento observado desde 2004 (al igual que parte de la tendencia creciente en el periodo previo) se explica, de esta manera, por las mejoras distributivas. Por otro lado, la propia caída en las tasas de rentabilidad del capital (que es algo parecido pero no es lo mismo que el punto anterior) de los últimos años respecto a los obscenos valores del primer kirchnerismo redujeron la base imponible.

En sentido opuesta, la recaudación de impuestos progresivos se mantuvo constante a pesar de que el gobierno prohíbe aún la exposición de los balances contables a la inflación, con lo cual la recaudación de ganancias se mantiene artificialmente más alta de lo que sería en un contexto de menos inflación.

Ahora bien, volvamos entonces a la pregunta original ¿Qué más explica la reciente caída en la participación de los impuestos progresivos sobre el total recaudado?

El segundo fenómeno, como puede verse en el siguiente gráfico, es la dinámica de los impuestos al consumo (80% IVA pero también impuesto a los cigarrillos, al chupi, a los combustibles, a los autos, etc). Este grupo de impuestos mostraron una dinámica creciente que los ubica hoy alrededor del 10% del PBI (+- el dibujo de las Cuentas Nacionales desde 2007).

El incremento de la carga tributaria sobre el consumo es, en realidad, algo más alto que la que se refleja en la serie de recaudación sobre PBI. Desde 2003 a la fecha el consumo privado creció sistemáticamente por debajo del resto de los componentes del PBI (contradiciendo esa idea del “boom de consumo” que según este servidor es incorrecta) por lo cual el incremento de la recaudación sobre el consumo es incluso más alto.

Aunque no está bien juzgar la progresividad de un impuesto haciendo abstracción de en qué se gasta la plata, creo que este incremento de la carga sobre el consumo debería ser una tendencia a revisar en cualquier reforma del sistema tributario.

Sin embargo, la principal explicación al estancamiento y retroceso en términos de progresividad de la recaudación se explica por lo que pueden ver en el siguiente gráfico: la evolución del impuesto al salarios o, como solemos llamarlos aquí de los aportes y contribuciones a la seguridad social. El impuesto al trabajo creció algo más de 4% del PBI entre 2003 y 2010.
(Debería separar en el gráfico los aportes por diversos conceptos, porque no es hoy lo mismo el descuento por la obra social que el de la jubilación, pero permítanme hacer abstracción de ello).

En el contexto actual y en particular después de la moratoria y estatización del sistema previsional, pensar que el descuento sobre el salario tiene un carácter de contribución y no de impuesto (esto es que hay como correlato entre el acceso a una jubilación a la hora del retiro y lo que uno contribuye durante su vida activa) es un pobre reflejo de lo que en realidad pasa. Cuando, por un lado, casi el 50% de los jubilados nunca aportó, cuando la remuneración del 85% de los jubilados se encuentra entre una mínima y 1 1/2 mínima independientemente de sus aportes y cuando el 35% del financiamiento de las jubilaciones no surge de los aportes, llamar contribuciones sociales a los descuentos al salario y no impuesto al trabajo es tan sólo una libertad del lenguaje.

En conclusión, lo que se observa en la estructura tributaria en el último lustro es una combinación de (1) un estancamiento de la recaudación de los impuestos más progresivos como ganancias o impuestos al patrimonio (2) un crecimiento de la carga tributaria sobre el consumo y (3) un fuerte crecimiento de la recaudación en concepto de impuestos sobre la nómina salarial formal.

Ahora bien, para ir cerrando y volviendo al tema que abrió el post, si oposición, sindicatos y gobierno pretender encarar una reducción de impuestos (como hacen cada vez que discuten el aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias) ¿Qué tiene más sentido? Apuntar todos los cañones hacia el más progresivo de los impuestos o, en cambio, encarar una reforma de dos impuestos (IVA y Contribuciones sociales) que, silencioso y sin prisa ni pausa, corroen las mejoras en la progresividad de la recaudación de impuestos?

Dejo la pregunta abierta. La seguimos en los comentarios

Atte

Luciano

*Incluyo entre los progresivos al impuesto a las ganancias, a los premios de azar, a la ganancia mínima presunta, al patrimonio y a las transacciones financieras y de capital. El gráfico incluye también, para quien guste, a los impuestos al comercio exterior, así no convierto al post en uno sobre retenciones si o retenciones no.

jueves, marzo 17, 2011

La historia no se repite, pero yo ya la viví

Varios teclados hemos gastado en este blog debatiendo las particularidades de la coyuntura macroeconómica que, en consonancia con la visión de la gran mayoría de la profesión autóctona, combina una foto opaca pero no trágica con una película preocupante para el futuro cada vez menos lejano (excúsenme la generalización quienes no comparten esta visión, pero una falacia ad populum es un recurso práctico para abrir un post).

Una de esas películas se puede ver en el siguiente gráfico. Con excepción de Brasil, que con su política cambiaria compensa la nuestra, el tipo de cambio real muestra un persistente proceso de apreciación con el grueso de nuestros socios comerciales.

Ignoremos por un momento a la inflación y lo distintos problemas macroeconómicos que genera (el riesgo de espiralización, sus impactos en el crecimiento y en los comportamientos microeconómicos, sus impactos distributivos, etc). Supongamos también que la situación internacional y la gestión macroeconómica local no cambián. Esto es, que se mantiene alta la liquidez internacional, que no hay cambios en la política de Brasil, que el precio de los commodities sigue alto, que el mundo crece y que la política macroeconómica local mantiene el sesgo fuertemente expansivo que caracterizó a todo el periodo K.

¿Cuáles son los posibles escenarios que se abren para la situación macroeconómica de persistir las tendencias actuales?

Vamos por partes.

El primero de ellos es el del soft landing, es decir, un escenario en el que la apreciación del tipo de cambio real se detiene endógenamente alrededor de algún valor más o menos estable sin una intención explícita del gobierno por lograrlo (esto es, sin la puesta en marcha de algún tipo de plan de estabilización).

Dos argumentos se me ocurren que justifican este escenario. Dejando de lado la opción de pasar a un régimen cambiario de “reptacion” (crawling peg) por ser intrínsecamente explosiva, tenemos, por un lado, el argumento (defendido por varios conspicuos kirchneristas y dentro de la BEA por el microeconomista Musgrave) de que hay un nivel de inversión tal que la inflación se desacelera y converge a un nivel estable.

El principal hueco de esta explicación es olvidar que la inversión, además de ser un medio de acumulación de capital es, en el corto plazo, demanda agregada. Alcanza con tener en cuenta que para tener un flujo de producción en el tiempo de $ 10 tengo que invertir más de $ 10 para notar que el impacto neto expansivo de la inversión es expansivo y a partir de allí, en un contexto como el actual, inflacionario.

El segundo argumento autoestabilizador es el de la Paridad de Poder Adquisitivo , según la cual la tasa de inflación local debería converger hacia la tasa de inflación internacional más la expectativa de devaluciación del peso. Palabras más, palabras menos (y para mantener el post en menos de 1000 palabras), la idea subyacente es que el dólar disciplina el precio del los bienes transables y, a partir de allí, la dinámica inflacionaria.

El mejor ejemplo de la puesta en práctica de un ancla cambiaria como mecanismo estabilizador fue la del programa del 20 de Diciembre de 1978 de Mártinez de Hoz (“La Tablita”, que incluía un componente coordinador de expectativas ausente en la actual pseudo-ancla cambiaria) que fracasó rotundamente cuando, no disciplinados por el tipo de cambio, los precios de los no transables siguieron su curso inflacionario. La teoría de la PPP es una de las más estudiadas y testeadas (y rechazadas) por la disciplina económica y, en aquellos casos donde no es rechazada es considerada una relación de muy largo plazo, lo suficientemente largo como para que no convenga esperar.

Descartada la autoestabilización del tipo de cambio real entran en juego los dos escenarios en los que el peso continua apreciándose.

El primero de estos escenarios es en el cual la apreciación llega a un punto en el cual la creación de empleo se resiente y la actividad se desacelera lo suficiente como para controlar el proceso inflacionario. El tipo de cambio real se estabiliza a costa de destrucción de empleo y recesión. No es obvio (o al menos a mi no me resulta obvio, como por ejemplo mostraba acá y acá) que haya una relación lineal e inequívoca entre tipo de cambio real y nivel de actividad, pero si hay bastante consenso (y está bastante documentado) que la excesiva apreciación de la moneda es dañina para la economía.

El segundo escenario es en el que la apreciación pone en riesgo el balance de pagos. La sobreapreciación afecta negativamente la cuenta corriente y a partir del momento en el cual los agentes empiezan a dudar de la capacidad de financiar su déficit (via créditos, Inversion extranjera directa, de portafolio o reservas) también la cuenta capital.
La suba de demanda de dólares, en este contexto, sube el tipo de cambio nominal y detiene la apreciación del tipo de cambio real (y da origen a otros problemas nominales, pero esa es otra historia).

El gobierno puede, a partir de su política macroeconómica, intentar manejar el timing de ambos escenarios. Con políticas expansivas puede postergar la desaceleración y con otras que apunten a generar confianza sobre la sostenibilidad del balance de pagos (desde tomar créditos en el exterior hasta imponer controles de capitales) postergar la reversión en las expectativas.

El problema es que, con cada intervención, el gobierno gasta cartuchos. Subir el gasto público es factible mientras haya capacidad de financiamiento, devaluar sólo mientras el pasaje de tipo de cambio a precios sea lo suficientemente lento, consumir reservas mientras las haya, renegociar la deuda (Holdouts, Club de Paris, Megacanje) son medidas de una sola vez. En el ínterin, la dinámica inflacionaria juega su propio juego y la inercia se consolida y acota la libertad de acción del gobierno.

En conclusión, en ausencia de un mecanismo auto-regulador “no doloroso” y suponiendo la continuidad de las (malas) políticas públicas (y si ignoramos las posibles malas noticias del exterior y la complicación del proceso inflacionario), la macroeconomía juega una carrera donde la salud del mercado de trabajo compite con la del balance de pagos. La pregunta ya no es tanto el qué sino el cuándo. El paso del tiempo nos irá revelando cuál de estos escenarios se vuelve realidad.

La historia no se repite, pero yo ya la viví

miércoles, marzo 16, 2011

La inflación de 2010 fue del 25%

"Artículo 14.- Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender."

Me sumo a la campaña para decir en voz alta esas cosas que aparentemente en democracia no se puede decir.

Si quieren conocer la metodología, mandenme una carta documento.

Luciano

"Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los buenos" M. Luther King

jueves, marzo 03, 2011

Nada que decir

El tema es así. Lucho se fue de vacaciones hace ya casi una semana. Cuando se fue, me dijo: “cuídame el blog, mantenelo vivo”. Por supuesto, como buen argento, mi respuesta fue: “anda tranquilo amigo, yo me ocupo”.

Paso el tiempo, y la verdad, no escribí nada. ¿Porqué?. Motivos personales de diversa índole, trabajo también, pero más fundamentalmente, por que no se me ocurre sobre que escribir en estas semanas de marzo.

Creo que necesito un ghost writer, o al menos, algún amigo del blog que escriba un post así yo lo subo y esto no se cae a pedazos. Pero no, no lo tengo. O al menos, no por ahora (si alguien quiere aportar, me escribe acá y ya).

A falta de todo lo anterior y de inspiración, voy a robar ideas tomadas de un amigo para quién los blogs son una bosta, demasiado superficiales y carentes de sentido. Charlabamos, cerveza de por medio, sobre lo molesto, cansador e incorrecto que es el informe de TN sobre el precio del tomate y la respuesta de 678 sobre el precio del rabanito.

Hablábamos, claro esta, del temita de la inflación. Y más específicamente, del tema de los márgenes que aquí trato el amigo Elemaco. Existe una idea por allí dando vueltas, que si las empresas ganan “mucho”, esto genera aumento de precios. Y como evidencia, se suele estudiar la tasa de ganancia de tal o cual sector. El problema con este tipo de “evidencia” es que pierde por completo el punto que se quiere hacer cuando se menciona a la puja distributiva como mecanismo propagador de los impulso inflacionarios.

Dicho en pocas palabras: para que haya inflación por puja, lo que tiene que existir es una inconsistencia ex-ante entre las aspiraciones de ingreso de los diferentes sectores sociales. Es decir, que el supermercado gane mucho o poco ex-post, no tiene relación alguna con la dinámica de la inflación.

O de otro modo; lo que genera inflación es que muchos actores quieran mejorar su posición relativa de modo recurrente induciendo aumento en los diferentes precios sobre lo que ellos influyen y no el resultado de esa pelea.

Es decir, el super aumenta sus precios. Esto baja los salarios reales. Los trabajadores fuerzan subas de salarios para compensar esa caída. Esto sube los costos y reduce la ganancia del super. El super aumenta los precios… (puede empezar la ronda donde más le guste)

Es por eso, que el nivel de margen poco nos dice sobre la relación entre puja distributiva y su correlato en los precios.


Si ya sé. No dije nada nuevo. Pero al menos, mantenemos el ritmo.

Saludos.

Genérico