sábado, noviembre 21, 2015

Se acerca la hora de desprocrastinar el país

Columna publicada el 21 de noviembre de 2015 en Perfil

Se acerca la hora de desprocrastinar el país

La elección que, en unas pocas horas, definirá quién será el presidente durante los próximos cuatro años implicará, sea cual sea su resultado, un cambio radical en los objetivos de la política económica. Por primera vez en mucho tiempo el gabinete económico deberá encarar una resolución a muchos problemas que, con éxito, el equipo saliente logró trasladar a sus sucesores. La razón es simple. Mientras el gobierno que se va se benefició de la expectativa de que el próximo debería atender las inconsistencias, el que llega se enfrenta con la más difícil tarea de satisfacer esas expectativas.

Para ello, quien resulte elegido el domingo deberá despejar tres factores de incertidumbre sin lo cual es difícil imaginar que puedan ponerse en marcha los recursos productivos estancados desde hace al menos cuatro años, a la espera de esas definiciones que afectan toda decisión que vaya más allá del cortísimo plazo.

El primero de estos factores, el más importante y urgente, es disipar el riesgo macroeconómico, alejar los fantasmas de la siempre inminente crisis de reservas que, desde hace tiempo, limita la capacidad de crecer.

A tal efecto, el próximo gobierno cuenta con dos ventajas que jugarán a su favor. La primera de ellas es que Argentina no tiene, ni en el sector público ni en el privado, un problema de solvencia. Aún a pesar del agresivo proceso de endeudamiento iniciado a partir del ascenso de Kicillof al Ministerio de Economía a fines de 2013 (que, como en las peores experiencias históricas, fue utilizado solamente para financiar un insostenible e irresponsable atraso cambiario) los niveles de deuda pública son aún muy bajos (menos de 30% del PBI si se excluyen las deudas que el Estado tiene consigo mismo). Por otra parte, el sector privado es ampliamente acreedor en dólares. Se estima –quizás algo exageradamente– que los argentinos tienen activos por más de US$ 200 mil millones, es decir, más de ocho veces las reservas que hoy tiene el Banco Central. Si tan sólo una pequeña porción de esos recursos regresara al país desaparecería cualquier temor sobre las reservas.

La segunda ventaja es que la economía argentina no necesita un ajuste para equilibrar su situación de balance de pagos (sí lo necesitan, en cambio, las cuentas del sector público nacional, cuyos ingresos, excluyendo al Banco Central, cubren únicamente el 80% del gasto, pero es un error confundir las necesidades del sector público con las de toda la economía). A diferencia de otros episodios históricos de presión sobre las reservas, el país no enfrenta hoy un drenaje en el flujo de la cuenta corriente que requiera una contracción de la actividad para ahorrar dólares. El déficit comercial argentino es insignificante y el déficit de la cuenta corriente, que incluye también el déficit de servicios, utilidades e intereses, está en el rango de 2% / 2,5%. Este desequilibrio, en una situación financiera normal, es fácilmente financiable.

Para poner en perspectiva, el déficit de cuenta corriente durante el rodrigazo era de 5,5%, de 4,2% durante la crisis de la tablita de Martínez de Hoz; 5,5% la del colapso del Plan Primavera y de 4,4% la de los años previos a la crisis de la convertibilidad (1997-1999). Entonces, nuevamente, se ve que el problema argentino no es de solvencia: la escasez de dólares no surge de su incapacidad para generarlos, sino en cambio, de retenerlos.

Sin embargo, en este proceso de alejar el riesgo macroeconómico el Gobierno se enfrenta también a una segunda gran fuente de incertidumbre, nada fácil de resolver. Estabilizar la macroeconomía requiere que se redefina el set de precios relativos en la economía, en un proceso que no por indispensable (o inevitable) deja de implicar grandes riesgos. Coordinar el cambio en la insostenible relación actual entre el tipo (o tipos) de cambio, tarifas, precios, salarios y tasas de interés es un desafío complejo, que requerirá poner sobre la mesa un programa consistente, creíble y, sobre todo, con amplio y variado apoyo político.

La combinación de estas tres características es indispensable para evitar costos sociales y distributivos y para lograr una transición ordenada sin desagradables sorpresas inflacionarias, que solamente un programa inteligente y con amplio consenso logrará contener. El desafío no es fácil e implica que el nuevo presidente expondrá, durante su primer año de gobierno, gran parte del capital político que ganará con la elección de mañana.

La tercera fuente de incertidumbre, finalmente, es la regulatoria. El Estado abandonó hace tiempo su necesario rol de coordinador y moderador del accionar privado convirtiéndose, en cambio, en una fuente inagotable de sorpresas y presiones que impiden cualquier capacidad de planificación de mediano o largo plazo. El kirchnerismo lega a su sucesor un combo regulatorio volátil, arbitrario y, sobre todo, poco transparente, caldo de cultivo del tráfico de influencias. ¿Acaso, por ejemplo, alguien sabe, además de quién pone la firma, cuál es el mecanismo de asignación de DJAIs para la importación o de ROEs para la exportación? ¿Alguien sabe con qué criterio el departamento de sistemas de la AFIP legisla sobre el acceso al dólar ahorro, con una regla que nada tiene que ver con lo anunciado por las autoridades? ¿Alguien conoce qué tuvieron de especial esos US$ 3 mil millones de utilidades y dividendos que, en un marco de prohibición general sin ninguna legislación que lo respalde, sí fueron autorizados a girarse al exterior desde que se implementó el cepo?

No se trata, vale la aclaración, de preguntarse si la Argentina necesita más o menos Estado o más o menos mercado (aun cuando nuestro país, atrapado en discusiones endogámicas, le ha escapado al debate sobre las más novedosas formas de interacción público-privada que desde hace tiempo hay en el mundo y, en especial, en América Latina). Se trata en cambio de preguntarse si el regulador debe actuar errática y discrecionalmente, de forma opaca e informal, en respuesta a los problemas que surgen o si, en cambio, debe proveer un marco regulatorio transparente y estable que anticipe las reglas de juego a las cuales el sector privado deberá atenerse.

Despejar las dudas sobre las tres grandes fuentes de incertidumbre –la macroeconómica, la de precios relativos y la regulatoria– será una tarea compleja y no exenta de riesgos, pero más riesgoso sería apostar a la continuidad de la estrategia del gobierno saliente: patear para adelante la resolución de todos los problemas, como si el único horizonte que importara fuera el de la próxima elección y no hubiera nada más allá.

miércoles, agosto 05, 2015

Cambiemos

Son conservadores. Ya no apelan a la esperanza sino que juegan con tus miedos, con el miedo al cambio, a lo desconocido. Nos necesitan dormidos, confiados en que es lo mejor que merecemos. Que es esto o el abismo, que son ellos o la crisis. Que tenemos que aceptar nepotismo, corrupción, autoritarismo hasta el límite de la ley y más allá, por esos logros que hace tiempo que desaparecieron. Que debemos resignarnos a que gobierno son ellos o no es nadie. Creen que ese poder delegado les pertenece y privatizaron la maquinaria del estado en pos su acumulación. Se creen por encima de la constitución, de la historia. Son tramposos, traicionan, y no hay regla que no estén dispuestos a romper para inclinarse la cancha. No temen hipotecar nuestro futuro, patearle pelotas al próximo, como si la Argentina que gobernará el próximo valiera menos. Quieren convencerte de que lo que te ganaste con tu esfuerzo se lo debés a ellos y lo que es peor, te lo reclaman. Yo que te di tanto, ahora me lo debes. Le temen al dialogo, a las preguntas incomodas, a la transparencia, a que la información y la opinión circulen. Necesitan un altar para acusarte desde arriba, con el dedo levantado, desde cadenas impuestas. Nos necesitan peleando, divididos, espiándonos intolerantes. Te mienten, confiados en que el poder los protege. Rescriben su historia, y reescriben nuestra historia. No esconden su búsqueda de impunidad, de blindarse para cuando ya no controlen la capacidad de coacción. Ya ni siquiera se esconden en una pretendida autoridad moral. Compran voluntades, y la compran con la plata que debería ir a hospitales, a escuelas. Exponen sus bajezas, su palabra devaluada, su concepción del honor a la venta del mejor postor y lo hacen porque tiene miedo, miedo a que se exponga su farsa, miedo a volver a ser ciudadanos que tienen que responder antes la ley.

Merecemos recuperar la esperanza. Aspirar a algo más. Aprovechemos la nueva oportunidad que nos da la democracia que tanto nos costó conseguir.

12 años es suficiente. Cambiemos

sábado, julio 18, 2015

¿Qué tienen en común Angola, Burundi, Guinea, Irán, Sudán, Siria, Ucrania y Venezuela con la Argentina?

Les comparto mi columna que hoy salio en la sección "Economista de la Semana" en Perfil

¿Qué tienen en común Angola, Burundi, Guinea, Irán, Sudán, Siria, Ucrania y Venezuela con la Argentina? No es, desde ya, su grado de desarrollo. El PBI per cápita argentino casi cuadruplica al promedio del de estos países y, en los casos más extremos, los supera más de diez veces. Tampoco sus instituciones. Escasean en la lista los regímenes republicanos y abundan dictaduras, monarquías o teocracias. Tampoco la intensidad de las divisiones políticas es el factor común. No hay en la Argentina conflictos armados de la virulencia que se ve en alguno de los mencionados.

Sí comparten, en cambio, su régimen cambiario. Todos, junto a Ghana, Mongolia, Níger, Sierra Leona o Cuba, presentan algún tipo de desdoblamiento cambiario –de jure o de facto– como el que aquí se implementó durante la segunda gestión de Cristina. Menos de 25 países, sobre un total cercano a 200, tienen un esquema como el local, con proliferación de dólares comerciales, financieros, informales, para turistas, sojeros o ahorristas.

Esto no siempre fue así. A principios de la década del 70, uno de cada dos países tenía tipo de cambio dual o múltiple y hacia fines de los ‘80 cerca del 40% aún lo hacía. Desde entonces, tras la ola global de unificación cambiaria de los noventa, el porcentaje cayó hasta estabilizarse entre 10% y 15% del mundo.Desdoblar el tipo de cambio es hoy una situación de excepción.

El desdoblamiento y los controles de cambios surgieron, en la mayoría de estos casos, como respuesta a un shock negativo sobre la cuenta corriente, que se tradujo en un drenaje insostenible de divisas. El caso típico es el de una abrupta caída de los términos de intercambio (es decir, un deterioro en la relación de precios de exportaciones e importaciones) que afecta el balance comercial. Venezuela registraba un superávit de casi 20% del PBI hace diez años, que la caída del precio del petróleo convirtió en un déficit de más de 5%. Ucrania tenía en 2013 déficit comercial de 9%, Ghana de 19% y Burundi de 29%. En su conjunto, entre los países con desdoblamiento, el 80% tuvo un déficit de al menos 5% en la última década y la mitad de al menos 20%.

El desdoblamiento, en estos casos, es la alternativa a una devaluación que, a partir de mejoras en los precios que reciben los exportadores y el encarecimiento de las importaciones, generaría excedentes de dólares para cerrar las necesidades de financiamiento. Los riesgos de corto plazo que buscan eludirse desdoblando suelen ser la aceleración inflacionaria, la caída de los salarios y los impactos distributivos usualmente asociados a ella. Así, el desdoblamiento funciona como un mecanismo para postergar –pero no para evitar– un ajuste.

Nuestra propia historia abunda en ejemplos de cambios múltiples y controles de capitales como respuesta a shocks de cuenta corriente. Desde su introducción por Raúl Prebisch en la década del 30, el desdoblamiento cambiario fue más regla que excepción. Hubieron episodios de unificación truncos entre 1958-1963, 1967-1971 y 1977-1981, cuyos desenlaces estuvieron siempre asociados a abruptos deterioros de la cuenta corriente. Las experiencias de unificación fallidas durante la década del 80 en Argentina son otro ejemplo clásico de shock a la cuenta corriente, cuando el pago de intereses de la deuda exigía entre 5% y 10% del PBI.

Ahora bien, lo dicho hasta aquí no tiene por objetivo hacer un recuento histórico sino, en cambio, plantear el contraste con la situación actual. Es difícil asociar a la Argentina del segundo gobierno de Cristina a alguna de estas categorías. Argentina cuenta hoy, aún después de la fuerte caída de las exportaciones, con un balance comercial sólo levemente deficitario –parcialmente reprimido por las trabas comerciales, pero en todo caso, no de magnitudes macroeconómicamente críticas– y el pago de intereses es, en perspectiva histórica, irrelevante: tan sólo 0,6% del PBI. La cuenta corriente está lejos de desequilibrios de órdenes de magnitud que justifiquen el desdoblamiento.

En cambio, el desequilibrio detrás del cepo es estrictamente –y lo fue durante toda la década– de la cuenta capital, es decir, de aquellos movimientos de dólares que se originan en las decisiones de cartera de los agentes de la economía. No escasean los dólares porque el país tiene exceso de importaciones o de pago de intereses. En cambio escasean porque, por un lado, la (falta de) política monetaria espanta al ahorrista en pesos que se refugia en dólares como reserva de valor y, por otro, la (falta de) estrategia de inserción financiera internacional espanta al potencial inversión extranjero u otras fuentes de financiamiento.

En contraste con un déficit pronunciado en la cuenta corriente, este nuevo diagnóstico es una buena y una mala noticia. Mala porque nos obliga a repensar cómo pudimos caer, por errores propios, en una situación sólo comparable a la de los casos más extremos del planeta. Buena porque su propia naturaleza reduce los costos de salida y no vuelve al ajuste una alternativa inevitable.

El cambio de diagnóstico tiene dos implicancias importantes en términos de los pasos a dar en el camino de su resolución. Desde ya, en primer lugar, deberá evitarse la continuidad de una gestión plagada de errores, garantía de estanflación. El próximo gobierno deberá priorizar tres objetivos. Recuperar la política monetaria para convertir al peso en un instrumento interesante de ahorro, disipar los temores sobre la sostenibilidad del balance de pagos para transformar al país en un destino atractivo de la inversión (tanto para argentinos como para extranjeros) y devolver al Estado su capacidad de acceso al financiamiento externo, para brindarle márgenes de maniobra con los que hoy no cuenta.

Sin embargo, Argentina debe también escaparle al escenario opuesto de shock devaluatorio que podría acompañar a la unificación cambiaria, más aún si consideramos que estaremos transitando el noveno año consecutivo de inflación de dos dígitos. Una maxidevaluación que busque reequilibrar los precios relativos no debe ser prioridad en la agenda, como sí debería serlo en una economía con una incapacidad crónica para generar los dólares que necesita.

Política monetaria moderna y un peso creíble, unificación cambiaria, prudencia fiscal, transparencia en la gestión, reinserción financiera responsable. Una quimera, una misión que parece imposible después de tantos años de daño autoinflingido en la que nos acostumbramos a ser parte de ese grupo de 25 países que viven desdoblados en permanente estado de excepción.

sábado, abril 11, 2015

Vísteme despacio que estoy apurado


A pocas variables económicas se le pide tanto como al tipo de cambio. Se espera de él todo. Que sostenga la competitividad de la cuenta corriente, que mantenga la capacidad de compra de los salarios, que cree o al menos no destruya empleo, que sea tal que los dólares no quieran huir del país y, claro, que nos ayude a bajar la inflación. Titánica tarea para un solo instrumento.

Frente a estos muchos objetivos el gobierno eligió, arriando las banderas desarrollistas que flameó durante años, anclar y atrasar el tipo de cambio para contener la suba de precios. Alcanza una comparación con el pasado reciente para ver la magnitud del cambio de estrategia. Si se quisiera recuperar la competitividad de febrero de 2014 (tras la devaluación de enero) el dólar oficial a fin de año debería ser de $14, recuperar la de 2011 requeriría un dólar a $15 y la del gobierno de Nestor Kirchner un sorprendente dólar a $19,40.

Asimismo, sólo cuatro periodos históricos mostraron una competitividad cambiaria con un nivel de apreciación equivalente al actual. El segundo gobierno de Perón durante la década del 50, el tercero a principios de los 70 (antesala del Rodrigazo de 1975), la fallida tablita de Martínez de Hoz y el segundo gobierno de Menem durante la también fallida convertibilidad. El gobierno dejará así un fuerte y costoso atraso cambiario.

Sin embargo, y a pesar del relativo consenso que hay sobre este diagnóstico, esto no implica que para el próximo gobierno su resolución implique necesariamente una devaluación discreta que devuelva al peso a un valor más razonable ¿Por qué? Porque tras casi una década de inflación de dos dígitos, con máximos por arriba del 40% interanual durante 2014, apresurarse a desandar la apreciación es una invitación a iniciar una nueva ronda de inflación que, como con la de enero 2014, agote lo ganado en pocos meses.

El problema es que el atraso cambiario (es decir, un peso demasiado fuerte) convive hoy con otro problema igual de grave: un peso demasiado débil, tan débil que lo único que permite la convivencia entre los dos es el cepo, por mucho el peor error de política económica del Kirchnerismo. Es justamente esta dualidad la que vuelve sumamente riesgoso no solo la devaluación discreta, sino también eliminar los controles de capitales rápidamente. En ese sentido, el no contar con poder de fuego en el Banco Central para contener un ataque especulativo puede invitar a una nueva corrida de consecuencias difíciles de predecir. La confianza en un nuevo gobierno puede hacer mucho, pero no puede hacerlo todo.

Por ello, los desafíos para el próximo gobierno no son pocos. Durante los cuatro años del cepo se acumularon cerca de USD 11mm en dividendos no girados al exterior, entre otros activos que esperan su oportunidad para salir del país. Frente a ello, podríamos llegar a diciembre con USD 25mm de reservas brutas, que netas de los compromisos de corto plazo (por ejemplo, el swap con China) caen a USD 12mm. Asimismo, tras años de aislamiento financiero, y acorralados por el irresuelto juicio en Nueva York, tenemos limitada la capacidad de financiamiento a alternativas demasiado caras. Mientras tanto, el país cuenta con pocas opciones de inversión en pesos (capacidad cercenada por la infame intervención del INDEC y la imposibilidad de ofrecer instrumentos atados a la inflación) y nuestra política monetaria está condicionada por una fiscal con crecientes necesidades financieras.

Todo lo anterior tiene un condimento adicional. La evolución de nuestro balance de pagos (o más simple, la de entrada y salida de dólares) no es sostenible y el tiempo nos juega en contra. Este año el gobierno logrará, como logró en 2014, financiar el atraso con deuda y endurecimiento de los cepos, pero difícilmente el statu quo pueda extenderse más allá de 2015.

En el camino por desatar los muchos nudos de herencia de la actual gestión todas las alternativas son riesgosas y por eso la secuencia de políticas del próximo gobierno importa. Hay que eliminar los controles de capitales para volver a crecer, pero quitar los cepos con una moneda débil nos expone a una corrida. Hay que recuperar la competitividad del tipo de cambio para evitar el daño del atraso, pero la inflación acota el margen de maniobra. Hay que cortar la dominancia fiscal de la política monetaria y devolverle credibilidad al peso, pero el tiempo es poco para recuperar una confianza que se quiebra fácil pero se reconstruye de a poco.

Frente a este escenario ¿Cómo debería enfrentar el próximo gobierno la corrección de los desequilibrios? Como primer paso, fortalecer el peso y darle previsibilidad al financiamiento del balance de pagos y certidumbre al proceso de estabilización. Intervención del INDEC con nuevo IPC y emisión de instrumentos en pesos indexados, programa monetario con objetivos de inflación, inicio de negociaciones realistas con holdouts y con grandes tenedores de pesos bloqueados para contener su salida tras la liberación, apertura del cepo a las importaciones y planificación de emisión de deuda.

Esto debe ser acompañado de un cronograma de liberación de los controles de capitales durante el año. Sin embargo, una salida apresurada de los cepos podría comprometer la política cambiaria y monetaria futura. Al crear expectativas de shock cambiario, puede fomentar la dolarización de ahorros, postergar la liquidación de stocks de soja retenidos o la entrada de inversión extranjera y precipitar una corrida que, con poco poder de fuego, amplificaría la devaluación y su traslado a la inflación, obligando a una política monetaria más contractiva.

Solo entonces, y con el trabajo previo hecho, habrá que hablar del dólar. Aunque dotar de mayor flexibilidad al tipo de cambio debería también ser parte de la estrategia, debe evitarse una devaluación discreta que arriesgue iniciar una dinámica de final incierto. ¿Debe el peso devaluarse? Sí, porque sostener el fuerte atraso cambiario durante mucho tiempo es malo para el crecimiento de un país, uno de los pocos consensos que existen en la disciplina económica ¿Debe el peso devaluarse discretamente como parte de las primeras medidas del próximo? No, lograr devaluar sin que ello se traslade a precios requiere previamente bajar la inflación y reconstruir la moneda y nuestro Banco Central.

Como insinúa el refrán napoleónico que titula la columna, la urgencia por resolver los problemas y mostrar resultados no debe llevar a apresurar decisiones. O bien, como versa la versión criolla del refrán “Todo a su debido tiempo y armoniosamente”.

lunes, marzo 09, 2015

Vasos medio llenos, vasos medio vacios


Empecemos con el vaso medio lleno. El año 2014, de contracción económica que mediciones privadas ubican en el orden del -2%, caída del consumo, el empleo y los salarios reales y aceleración inflacionaria (con una variación de precios que llegó a superar por primera vez en 25 años el 40% interanual), comienza a ser sustituido por un 2015 en el que las novedades pesimistas son desplazadas por otras que describen una moderada estabilización.

Tras un largo periodo de temor por la sostenibilidad de las reservas, las USD 31.5 mil millones en el Banco Central deberían ser suficientes para transitar este año sin mayores sobresaltos cambiarios. Suponiendo que el gobierno buscará repetir en los próximos meses el fallido intento de canje de Boden 2015 (que permitiría ahorrar algo más de USD 6 mil millones de pagos en octubre) y aun considerando las fuertes salidas por dólar ahorro, déficit de combustibles o de turismo, el año podría cerrar con reservas brutas cercanas a los USD 25 mil millones.

Asimismo, la inflación ha bajado y los salarios han comenzado a recuperarse desde su piso a mediados de 2014. La medición de precios que hacemos en Elypsis, a partir de la recolección online de más de 300.000 observaciones diarias, registró en los últimos meses una rápida desaceleración. El 40% interanual que veíamos en noviembre cayó a 37% en diciembre, 34% en enero y 27% en febrero. Esta reducción se explica no solo porque van desapareciendo de la comparación los meses de alta inflación de comienzos de 2014, sino también por la baja en las mediciones mensuales más recientes. La inflación del trimestre Diciembre 2014-Febrero 2015 fue de tan solo 4.4%, que equivale a 20% de extrapolarse a un año entero.

La fórmula detrás de ambos hechos no es novedosa en nuestra historia. Recesión y atraso cambiario financiado con deuda - en gran parte de corto plazo - y una pizca de privatizaciones (licitaciones del 4g) y cierta moderación monetaria,. En tal sentido, vale mencionar que sólo en 2014, y tras un largo periodo de desendeudamiento que redujo la deuda publica en mano de privados a menos de 20% del PBI, el gobierno emitió deuda nueva - interna y externa, en pesos y dólares - por una cifra cercana a los USD 45 mil millones, que explican la buena salud de las reservas y el menor crecimiento de la base monetaria. Las formas de conseguir financiamiento fueron variadas: Letras del Banco Central en pesos y dólares, emisiones del tesoro en el mercado local, nueva deuda con Repsol, el Club de Paris, China, el Banco de Francia u Organismos Multilaterales o deuda flotante con importadores. Incluso están en las reservas los USD 1.3 mil millones bloqueados por Griesa

Con ello, y con un creciente endurecimiento en los controles de capitales y del comercio exterior, el gobierno ha logrado estabilizar al mercado de cambios y darle oxígeno a su apuesta por el atraso cambiario para sostener un nivel de competitividad externa que podría llegar en poco tiempo – más aún si el Real brasilero se mantiene por arriba de los Rs 3.0 por dólar – a niveles comparables con los de la década del 90.

El vaso medio lleno, entonces, es que crisis de balance de pagos parece haberse evitado y que sin colapso a la vista, la economía empieza a moverse al ritmo del próximo gobierno. El anticipo de una futura reinserción en los mercados financieros globales eleva el precio de los bonos, reduciendo el riesgo país a su menor nivel desde 2005 y poniendo un techo a las brechas cambiarias (que podrían incluso bajar durante el año). La transición hacia el próximo gobierno podría resultar más suave que lo esperado, con una confianza del consumidor para el mediano plazo en su mayor nivel desde 2006.

El vaso medio vacío es, sin embargo, que no hay en la segunda gestión de Cristina muchos más logros económicos que el haber evitado la crisis autogenerada. La actividad industrial mostró en 2014 niveles similares a los de 2010. Se produce la misma cantidad de acero que en 2005, la misma cantidad de autos que en 2006 y se refina la misma cantidad de petróleo que en 2007. Los despachos de cemento y la producción de petróleo fueron en 2014 menores a los del último año sin cepo y la faena bovina es hoy 17% más baja que la del año previo a la crisis del campo.

El estancamiento no se observa solo en la producción. El empleo privado creció 0.5% por año desde mediados de 2011, menos de la mitad del crecimiento de la población y el salario real permanece estancado desde entonces (aun a pesar de la apreciación cambiaria). Las exportaciones e importaciones (netas de combustibles) están en los mismos niveles que 2008. La lista sigue y se extiende al conjunto de la economía. Son pocas las excepciones que escapan al estancamiento desde 2011, entre ellas la administración pública y el sector financiero.

La comparación internacional, eterno chivo expiatorio, tampoco es buena. Tomando como referencia los 127 países de más de 3 millones de habitantes para los cuales hay datos, Argentina se ubica en la posición 117 en crecimiento acumulado entre 2011 y 2014. Si miramos solo 2014, la contracción de 2% nos ubica en un impactante puesto 124. Solo 3 países de la muestra crecieron menos que nosotros el año pasado. Libia (-20%), Ucrania (-6.5%) y Venezuela (-3%). Argentina creció, en 2014, menos que el 98% del planeta.

La combinación del vaso medio lleno y el vaso medio vacío nos llevará a un 2016 de grandes desafíos. Escapar a la crisis recurrente cada una década es en sí una buena noticia, porque cada crisis genera daño irreversible. La herencia, sin embargo, requerirá talento para ser bien administrada. Lograr recuperar el crecimiento de la actividad, el empleo y los salarios, desarmar el cepo, bajar la inflación, estabilizar las cuentas públicas, desandar el atraso cambiario y tarifario y el déficit de infraestructura y volver sustentable el balance de pagos y de reservas son objetivos complejos y en algunos casos hasta contrapuestos, en particular con un mundo que desde hace tiempo ha dejado de dar buenas noticias y comienza a ser adverso.

Quebrar media década de estancamiento y recuperar el sendero de desarrollo requiere más que solo buenas intenciones y un cambio de gestión. Aprovechemos los nueve meses que quedan para dar este debate.

jueves, febrero 05, 2015

Ranking mundial de crecimiento. Una tabla de 15 mil palabras

Déjenme exagerar, y decirles que el siguiente gráfico (tabla, en realidad) dice más no que 1.000 sino que al menos 5.000 palabras, y quizás me estoy quedando corto en unas 5 o 10 mil. No se deje engañar por lo antiestético que se ve y dedíquele 30 segundos de análisis. Tiene tela para cortar

Posición de Argentina en el ranking mundial de crecimiento acumulado


La tabla muestra, entre dos años cualesquiera, que posición ocupa Argentina en el ranking de crecimiento acumulado, sobre un total de 127 países de más de 3 millones de habitantes para los cuales hay datos (del FMI). La segunda tabla muestra lo mismo pero en porcentaje del total. Los datos que utilice para Argentina son INDEC hasta 2007, Arklems desde entonces, -2% para 2014 y 0% como proyección de 2015. El dato de 2015 corresponde a las proyecciones de crecimiento de WEO del FMI.

Ejemplo de lectura. El dato de arriba a la izquierda 1998 (fila) 1999 (columna) dice que entre esos dos años Argentina ocupó el puesto número 121 (95%) de crecimiento entre 127 países. En 1999 el PBI argentino cayó 3.3%, 120 países crecieron más, 6 crecieron menos.

Veamos la fila superior. Tomando como referencia el crecimiento acumulado entre el mejor año de la convertibilidad (1998) y 2014 Argentina ocupaba el puesto 100. Es decir, el 79% del mundo creció más que nosotros y el 21% complementario menos.

Toda el área roja de arriba a la izquierda da cuenta de la magnitud de la crisis de la convertibilidad. Yendo por la diagonal, entre 1999 y 2000 posición 116, entre 2000 y 2001, 126, entre 2001 y 2002 también 126.

El área azul del medio muestra el periodo de tasas chinas del Duhalde + primer kichnerismo. Entre 2002 y 2008 Argentina llegó al top 17, 2003 y 2008 puesto 21, entre 2006 y 2007 puesto 28.

Otra forma de verlo es mirar verticalmente la columna de 2008. Si partimos desde 1998 el crecimiento acumulado nos rankea 105, si partimos de 2003, 21.

Noten como cambia abruptamente de color en la diagonal en el punto 2008-2009. De ser uno de los países de mayor crecimiento en el lustro previo, Argentina para a ser uno de los países más golpeados por la crisis. Entre 2008 y 2009, 97 países crecieron más que Argentina, y tan sólo 29 menos. Ese rojo es la contracara de la fuerte recuperación 2010, cuando Argentina ocupó el puesto 10. La mejor posición de toda la tabla.

A partir de allí el país va perdiendo momentum. Miren como lentamente los números van subiendo y el azul se vuelve más rojo a medida que nos movemos a la derecha y abajo, es decir, a medida que nos acercamos en el tiempo. La era de oro Kircherista comienza a deslucirse a medida que sumamos años y bajamos por la columna 2014

Y así llegamos al segundo gobierno de Cristina. El crecimiento acumulado de Argentina entre 2011 y 2014 nos ubica en el puesto 117 de 123. Si miramos solo 2014 caemos a un impactante 124. Solo 3 países de la muestra crecieron menos que nosotros en 2014. Lybia (-20%), Ucrania (-6.5%) y Venezuela (-3%)….

...como dirían los que quieren coordinarnos el pensamiento, tuvimos la mala suerte de crecer menos que el 98% del planeta, justo cuando la sociedad atravesaba con alegría el verano.

martes, enero 20, 2015

Precios Cuidados sólo sirvió para subestimar la inflación


Con el lanzamiento del nuevo informe mensual, el IPCNu, el índice de precios que reemplazó al que solía subestimar Guillermo Moreno, cumplió su primer año de vida. El 23,9% de inflación oficial anual confirma las sospechas acumuladas durante el año y que a estas alturas resultan evidentes: el Indec continúa manipulando las estadísticas de inflación.

Las mediciones privadas y públicas arrojan suficiente luz sobre la magnitud de esta subestimación: la estimación que hacemos en Elypsis arrojó para 2014 una inflación de 36,9%, y el IPC-Congreso, también basado en mediciones privadas, acumuló 38,5%. Entre las mediciones públicas, la ciudad de Buenos Aires midió una inflación de 37,8%. 



Lo interesante, sin embargo, está en los detalles. Según el Indec, por ejemplo, los alquileres habrían subido en el año un escueto 8%, frente al 29% reportado por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires; las verduras, 11% (vs. 36% de CABA) y comer afuera sólo 12% (frente a 36% en la ciudad). (Puede descargar de acá las variaciones interanuales del IPCNu, llamativamente e innecesariamente ausentes del informe oficial.)

Las mediciones del Indec parecen también haber sido inmunes al impacto inflacionario de la devaluación de comienzos de año. Mientras la ciudad reporta subas de 44% en equipos de audio, televisión, fotografía y computación o 50% en automóviles, el Indec anunció 16 y 23%, respectivamente. Habrá quien quiera explicar las diferencias por las distintas coberturas geográficas. Sin embargo, el índice de precios que estimamos en Elypsis, a partir de más de 300.000 precios publicados en sitios web de más de 100 páginas en todo el país, presenta un sesgo sistemático similar en una gran mayoría de los rubros relevados.

Si bien no es sencillo identificar la fuente de la manipulación, un llamativo e imperceptible cambio metodológico del nuevo índice de precios invita a la sospecha. Mientras en el viejo IPC cada encuestador relevaba en cada supermercado el precio de los dos productos más vendidos de cada variedad, en el nuevo índice se releva sólo uno. ¿Por qué es esto importante? Porque así se incrementa la incidencia de los precios regulados sobre la medición oficial.

El caso de las gaseosas sirve de buen ejemplo. El Indec reporta para 2014 una suba de 10% en este rubro (mientras la ciudad informó una suba de 35%). Esta suba es llamativamente cercana a la suba interanual de 6% de la botella de Coca- Cola de 1,5 litros incluida en el Programa Precios Cuidados, de $ 14 a $ 14,9 entre diciembre de 2013 y de 2014. Las otras presentaciones de la misma marca, en cambio, subieron mucho más: las botellas de 2,25 litros (común y light) aumentaron 34 y 32%, las de 600cm3 30 y 20%, respectivamente, y 15 y 13% las latitas. Incluso Pepsi, la principal competidora, subió en el periodo 23%.

El sesgo sería poco importante si fueran los Precios Cuidados representativos de otros precios en el mercado. Sin embargo, un análisis de los microdatos de nuestro relevamiento ofrece abrumadora evidencia en contra. Es decir, en contraste con lo sostenido por el Ministerio de Economía, los Precios Cuidados no han servido de referencia a otros precios.

Para muestra, algunos botones. El Mendicrim Cremoso de 300 gramos tiene hoy un precio cuidado de $ 19,3, con una suba interanual de sólo 0,1%. En contraste, la presentación de 460 gramos del mismo producto subió 40%, la versión light, 41,5% (pasando de ser más barata a más cara que el cremoso) y la versión "original", 41%. Mientras tanto, el Casancrem clásico de 300 gramos, principal competidor, subió 33%, y el Finlandia de 200 gramos, 44%. El mercado de quesos untables resultó inmune a los esfuerzos de la Secretaria de Comercio.

Parecerán ejemplos aislados, pero esta evidencia anecdótica se multiplica por decenas con cada uno de los precios cuidados. El queso Port Salut de un kilo de La Serenísima subió solo 1% en el año, pero el light de la misma marca aumentó 53%. Los fósforos La Ranchera cuidados bajaron 25%, mientras Tres Patitos subía 20%. El pan lacteado cuidado marca Lactal de 390 gramos con rodajas finas subió 5% en un año, pero el de rodajas comunes subió 17% y la presentación de 630 gramos, 20%, mientras Bimbo subía 28% y Fargo, 22%.


Lamentablemente, a pesar del enorme despliegue publicitario, los precios cuidados no han actuado con el objetivo anunciado de ser un precio de referencia de productos similares. No puede decirse lo mismo, lamentablemente, del objetivo no anunciado de manipular las estadísticas oficiales.

viernes, enero 16, 2015

Inflación y Precios Cuidados

Va una entrevista que me hizo Ezequiel Burgo sobre la inflación y los Precios Cuidados

- ¿Qué inflación ve para enero?

Después de bajar en diciembre a 1,3%, que fue el menor registro mensual en un año y medio, vemos un rebote durante la primera quincena de enero que ubicaría la tasa nuevamente cerca de 2%, en línea con lo que viene sucediendo desde mayo de 2014. Es decir, a pesar de la fuerte recesión, el atraso cambiarlo y la moderación en la emisión, la medición mensual se mantiene incómodamente cerca de 2%. Si esta tasa se mantiene en el tiempo, se corresponde con una inflación interanual de 27%.

- Ustedes prevén una desaceleración de la inflación interanual entre enero y abril, ¿qué impacto tendrá en las paritarias?

La medición interanual baja rápidamente al desaparecer la comparación con los meses de alta inflación de comienzo de 2014. Tras tocar picos de 42% a mitad de 2014, creemos que la tasa bajará de 37% en diciembre a 34% en enero y podría llegar a 28% en febrero. Esto no implica que la inflación en si misma baje porque la variación mensual está relativamente estable. Pero sí puede afectar la dinámica de las paritarias, donde las mediciones interanuales suelen ser mas importantes. Creemos que a diferencia de 2014, cuando los ajustes salariales perdieron entre 5% y 10% contra la inflación, en 2015 puede haber una leve composición del salario.

- ¿Qué incidencia tiene Precios Cuidados sobre la inflación?

Muy baja, lo cual no sorprende porque sus propios objetivos son muy modestos pese al enorme gasto en publicidad. A diferencia del congelamiento de tres meses que implementó Guillermo Moreno en 2013, cuando la desaceleración de los precios en supermercados había sido abrupta, aunque transitoria, esta vez no encontramos en los microdatos ningún contagio entre los Precios Cuidados y precios de productos similares que siguen el ritmo de la inflación general.

Va un ejemplo, mientras la botella de Coca Cola de 1 1/2 lts que se incluye en el plan precios cuidados subió 6% entre diciembre de 2013 y de 2014 al pasar de $14 a $14,9, los otros envases de Coca Cola subieron mucho más: 34% y 32% las botellas de 2 1/4 lts (común y light), 30% y 20% las de 600cm3 respectivamente y 15% y 13% las latitas. Incluso Pepsi subió en el periodo un 23%.

- ¿La caída del precio del petróleo aliviará la tensión sobre los precios?

La baja en los combustibles puede contribuir a aliviar la tensión inflacionaria pero su impacto es menor. El gasto en combustible representa aproximadamente un 5% de la canasta de consumo, por lo cual una caída de 7% en su precio reduce el índice general de precios en tan solo 0,3%. Si bien pueden existir efectos indirectos, creo que su impacto es secundario y no cambia la dinámica general.

- ¿La caída de la inflación puede ayudar a recuperar la economía?

Sí, en particular al contribuir a la recuperación de la capacidad de compra del salario que resultó fuertemente afectado en 2014. De todas maneras, vale aclarar que aunque la medición interanual esta bajando, nuestras mediciones mensuales no muestran bajas significativas y se encuentran relativamente estables desde mediados de 2014.