lunes, mayo 28, 2012

El fantasma de las navidades pasadas

Trillada es a esta altura del partido la frase sobre la repetición de la historia como tragedia y comedia pero, ay patria mía, como si fuera el día de la marmota nos empeñamos en copiarnos a nosotros mismos. Sin embargo, a diferencia de la clásica película de principios de los noventa, el país corre en desventaja respecto a Bill Murray: él recordaba lo que pasó el día anterior, aún cuando en el ínterin se dejara pisar por un camión, se lanzara al vacio desde un balcón o se electrocutara con una tostadora.

Mucho se habla en estos días, en los que llegó al 35% la prima por conseguir tanto dólares informales como dólares legales en el exterior comprados con pesos en argentina (El famoso “Contado con Liquidación”) sobre la posible formalización de un desdoblamiento del mercado de cambios. Con diversas variantes, los desdoblamientos cambiarios implican exponer a distintos agentes de la economía a tipos de cambio diferentes. Uno para las transacciones comerciales (e incluso desdoblamientos entre distintos sectores con aranceles, retenciones y tipos de cambios especiales, etc), otra para las financieras, otro para turistas, etc.

Régimen popular hasta la década del ochenta, cuando más de 40 países mostraban tipos de cambio múltiples, hoy nos introduciría en el selecto grupo de desdobladores formado por Afghanistan, Botswana, Egipto, Cuba, Libia, Myanmar, Nigeria, Siria, Turkmenistan, Venezuela, Vietnam y Zambia. (Confieso que traté, pero me resulto imposible armar un acrónimo con las letras ABECLMNSTVVZ)

Nuestra propia experiencia histórica abunda en ejemplos de tipos de cambios múltiples. Desde su introducción por Raul Presbich en la década del 30, el desdoblamiento cambiario fue más la regla que la excepción, con episodios de unificación truncos entre 1958-1963, 1967-1971, 1977-1981 y experiencias transitorias durante la turbulenta década del ochenta, con desenlace conocido.

Si debiera buscarse una analogía histórica de la coyuntura que se vive en estos días, posiblemente sea el periodo de fines de los sesenta y principios de los setenta el que presenta mayores similitudes.

En octubre de 1970, Aldo Ferrer, hoy Embajador ante Francia y entonces ministro de economía del General Lanusse, pondría en marchas controles de cambios análogos a los que existen aquí desde noviembre pasado, cerrando la venta de dólar oficial a operaciones cambiarias no comerciales, dando con ello fin de facto a la unificación y liberación del mercado de 1967. Las prohibiciones llegaron tras un intento fallido de devaluación tres meses antes, cuando Moyano Llerena llevó el tipo de cambio de $ 3.5 que regía desde 1967, a la nueva paridad fija a $ 4 pesos, buscando compensar el 70% de inflación acumulado de los cuatro años anteriores (14% interanual).
Con las medidas de Ferrer resurgiría el mercado paralelo. La prima de dólar blue, casi nula hasta entonces, pasaría de 5% en octubre de 1970 a 17% en mayo de 1971. Buscando evitar el ensanchamiento de la brecha el gobierno indujo una serie de pequeñas devaluaciones, que en el plazo de un año llevaron el dólar de $4 a $5. Sin embargo los ferreos controles no lograron ni evitar el drenaje de reservas (1971 terminaría con USD 316 millones de reservas, un 43% de las del año anterior) ni el ensanchamiento de la prima paralela, que un año después alcanzaría el 40%.

El desdoblamiento de jure en tipos de cambios múltiples llegaría un año después de las prohibiciones, de la mano del ignoto Ministro (Loren...)Quilici, quien sucedió a Ferrer para estar sólo 132 días dirigiendo el ministerio: se formalizó la existencia de un dólar comercial fijo en 5 pesos, y otro financiero libre (al que se sumó el dólar “mezcla”, en tanto se permitía a exportadores liquidar una porción de sus ingresos en el canal financiero), que un año después, durante el gobierno de Campora, sería fijado en 9.98.

Estas medidas sucedían en el marco de un franco deterioro de la situación macroeconómica. El balance comercial, positivo desde 1964 llegó a valores negativos por primera vez en 1971 (-0.5% del PBI), transformando un déficit de cuenta corriente de 0.6% en uno de 1.5%, incluso con los mejores términos de intercambio desde 1951. El déficit fiscal, de 0.9% en 1970 creció hasta 2.4% en 1971, el crecimiento de 6% promedio de los tres años previos descendió a 3.8% (y descendería hasta 2.1% un año más tarde), la cuenta capital del balance de pagos, positiva en 1.1% promedio en los cuatro años anteriores, pasaría a 0.7% de déficit. La Inflación, de 12% promedio entre 1968 y 1970 se aceleró hasta 35% en 1971
Hagamos un intervalo para hacer un recuento de la macro de los últimos años. Toleramos un lustro de inflación de alrededor del 20%. Vimos el crecimiento desacelerarse de más de 8% en 2003-2007 a 4% en 2008-2011 hasta llegar, en 2012, a ser el país con menor crecimiento esperado de la región. La cuenta corriente pasó de un promedio de 2.9% de superávit en 2004-2009 a 0.8% en 2010, 0% en 2011 y al terreno negativo este año, aún con nuestros términos de intercambio en sus mejores niveles desde, casualmente, 1974. Paso la situación fiscal de un holgado 3% del PBI (2005-2009) a un déficit de alrededor de 0.7% esperado para este año, lo cual forzó una reforma de la Carta Orgánica del BCRA que relajó el financiamiento inflacionario del tesoro.
Tras dos intentos fallidos de flotación administrada, fija primero en $ 3 y luego en $ 4, y cuatro años con salida promedio de USD 18 mil millones por año, regresaron los controles de cambios con una prima blue que, desde casi cero hace tan sólo 7 meses, llegó a superar el 35% en las últimas semanas

Ahora volvamos al pasado ¿Cómo evolucionaría la macroeconomía desde la imposición de los controles y del desdoblamiento cambiario?

La macro, con casi un lustro de relativa calma macroeconómica, comienza a acumular fuertes desequilibrios desde entonces, aún cuando durante el periodo el país viviera los mejores términos de intercambio desde 1948. Así, por ejemplo, la inflación de 14% interanual entre 1967 y 1970 pasaria a 35% en 1971, 58% en 1972, y 60% en 1973 (bajando a 24% con el pacto social de 1974).

Finalmente en 1975 termina el boom en los términos de intercambio que en 1973 y 1974 permitió sostener un importante saldo positivo en la cuenta corriente, para pasar, en un lapso muy breve, del equilibrio a un déficit de 5.5% del PBI, encontrando a un país sin márgenes de política anticíclica. El déficit fiscal, envalentonado por la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central de 1973 que relajo el financiamiento con emisión del defícit creció hasta 6.7% en 1975. En junio llegaría el Rodrigazo y la economía se desbocaría nominalmente hasta un 180% de inflación en el año, que comenzó con un dólar comercial de $ 5 y financiero de $ 10 (9.98) y que terminaría con cotizaciones de $ 61 y $ 86 respectivamente



¿Cuánto hemos recorrido de este camino? Digamos que si finales de los sesenta es Buenos Aires y el Rodrigazo es Mar del Plata estaremos a la altura de la Atalaya, aunque dejando pasar cada rotonda que pasa sin aprovechar para desandar el camino. Aún parece haber tiempo. Casi cinco años tardó la deteriorada situación macroeconómica de principios de los setenta en explotar nominalmente en el caótico 1975. Sin embargo, la experiencia histórica es contundente en un sentido: Un error en la gestión macroeconómica se aguanta, pero su acumulación en el tiempo es fatal. Roguemos que quienes hoy manejan las riendas sean concientes de los riesgos que han decidido correr.

miércoles, mayo 23, 2012

Todos unidos triunfaremos...

....o al menos eso parece desprenderse del informe de coyuntura regional del ministerio de economía, según el cual Cuyo creció 5.7%, Patagonia 2.4%, NOA 7.2%, NEA 4.5% y Buenos Aires 5%....y la Nacion 9.3%!!!!!!



lunes, mayo 21, 2012

Psicólogos versus Economistas, Primer Round


Por Economic Psycho

Entonces, quienes son mejores científicos ¿los psicólogos o los economistas? La respuesta es fácil: cada uno es bueno en lo suyo, por supuesto. Todos sabemos que los psicólogos no saben matemáticas (seguramente eligieron la psicología para evitarlas), y por lo tanto jamás destacarían en una disciplina formal como la economía. Por otro lado, ningún economista serio se metería a estudiar psicología o incluirla en sus teorías del comportamiento, como alguna vez sentenciaron Pareto, Robbins o Samuelson.

Bueno, quizás me pasé con los prejuicios, pero sigue siendo cierto que la especialización impide la comparación. No hay tiempo para saber de todo, así que simplemente no podemos establecer un orden de prevalencia. ¿O quizás sí? Probemos tratando de explicar un fenómeno que puede ser estudiado desde diferentes perspectivas: la violencia social.

En este rincón… un economista famoso, especialista en analizar fenómenos sociales multidimensionales. Con su habitual simpatía, ironía y buen humor… Llega desde Chicago, el discípulo de Gary Becker… Steeeeeeven Levitt! (uf, que difícil es escribir como los presentadores de box…). Levitt, junto con John Donohue, propusieron que el crimen en Estados Unidos declinó en los 90s como consecuencia de que el aborto fue legalizado en 1973, luego de la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos en el juicio Roe vs. Wade. Luego de este hecho, las madres que no estaban preparadas para serlo simplemente abortaron a los futuros delincuentillos. Levitt incluye este hecho entre otros cuatro que explicarían la clara reducción del crimen en los 90s en EEUU., y muestra que los estados que legalizaron el aborto antes de 1973 fueron los primeros que observaron una declinación en las tasas de delincuencia.

Interesante, pero según Steven Pinker, retador y psicólogo, demasiado buena para ser cierta. Pinker anticipa que la correlación que encontró Levitt puede deberse a otras razones, por ejemplo a que los estados más grandes que legalizaron el aborto fueron los primeros en ver la suba y la caída de la epidemia del crack. Pero además de esto, Pinker observa varios cables sueltos en la explicación del otro Steven. Para partir de los abortos y llegar a la reducción del crimen debemos asumir que se cumplen los siguientes pasos: (i) el aborto legal produce menos niños no deseados; (ii) los niños no deseados tienen más posibilidades de volverse criminales y (iii) que la primera generación de niños sacrificada con abortos fue la que causó el inicio de la reducción del crimen. Según parece, estos vínculos son frágiles, y en algunos casos inexistentes.

Para empezar, se asume que las mujeres antes y después de 1973 tenían la misma probabilidad de concebir hijos no deseados, y que la única diferencia es que luego de 1973 estos pibes simplemente no nacieron. Pero una vez que el aborto se legaliza, algunas parejas pueden tener más sexo sin protección. Si las mujeres antes del 73 concebían más hijos no deseados, la opción de abortar más hijos podría dejar la propoción de hijos no deseados igual. Más aún, esta proporción puede aumentar si algunas mujeres luego de disponer de la opción del aborto tienen más sexo sin protección y luego deciden, una vez embarazadas, que sería bueno tener un hijo después de todo. Y de hecho, desde 1973 la proporción de bebés nacidos de mujeres en categorías vulnerables (pobres, solteras, adolescentes y afroamericanas), no solo no decreció, algo que para ser consistente con la tesis de Levitt es lo que debió haber pasado, sino que aumentó… mucho.

Además, entre las mujeres que quedan accidentalmente embarazadas y no están preparadas para criar un hijo, se supone que las que abortan deberían ser justamente las más cuidadosas, realistas y disciplinadas, mientras que las que completan el embarazo deberían ser más desorganizadas e inmaduras, concentradas más en tener un lindo bebé más que un adolescente díscolo. Las estadísticas confirman que las mujeres que optan por abortar tienen mejor educación, no dependen tanto de los planes sociales y tienden a terminar el colegio con más asiduidad que las que no abortan. Así, si el aborto tuviera algún efecto, sería el contrario al que Levitt propone.

En general, es más plausible que las mujeres en entornos criminales tengan más niños no deseados, que la probabilidad opuesta, de que los embarazos no deseados causan comportamientos criminales directamente. En este caso, el entorno casi siempre le gana a los genes.

Finalmente, si abortar más fácilmente desde 1973 significó tener una generación más aversa al crimen, la reducción de la delincuencia debería haber comenzado con el grupo más joven, para luego extenderse en cada franja etárea a medida que estos muchachos crecen. Por ejemplo, los adolescentes de 16 años de 1993 (nacidos en 1977, con aborto disponible), deberían haber cometido menos crímenes que los pibes de 16 años de 1983 (nacidos en 1967, sin aborto disponible). Estos son los veinteañeros de 1993, que no deberían olvidar que son violentos. Recién desde 1990, cuando los post aborto disponible cumplen ya 20 años, deberíamos ver que los veinteañeros son menos violentos. Pero pasó lo contrario: cuando la generación dorada llegó a los 90s, no solo no redujeron las estadísticas de homicidios, sino que protagonizaron una orgía de caos. La declinación del crimen comenzó cuando las cohortes más viejas, nacidas mucho antes de que el aborto fuera legal, abandonaron su pistolas y cuchillos, y esta generación mantuvo sus bajas tasas de homicidio a medida que creció.

Bueno, tal como presento las cosas, las tarjetas del jurado muestran diferencias irremontables, si esto no es ya un nocaut técnico. Pero mi intención no es desprestigiar a Levitt, que como dije antes me parece un personaje simpático. Lo de quién era más científico del primer párrafo, por si algún despistado no lo entendió, era en broma. Para mí un buen científico es el que sigue las reglas del método científico y reconsidera sus teorías a medida que el razonamiento y los datos lo hacen reflexionar. Lo que quiero marcar es que me parece que en el ámbito de los economistas este sano ejercicio de refutación y reflexión no está suficientemente desarrollado. Ok, no tengo estadísticas de esto, pero me parece que hay “algo” en la epistemología de la profesión que desestimula la conducta del pensamiento crítico.

Este “algo” es que la formalización en economía en ocasiones tiende a opacar en lugar de iluminar algunos razonamientos. La forma en que la teoría económica suele vender su uso de las matemáticas es el siguiente: uno observa algún fenómeno, construye un modelo que le permite clarificar las ideas, observa el funcionamiento de este modelo y publica las conclusiones. Me atrevo a decir que en la práctica muchos economistas que estudian en la academia sufren lo indecible para transformar sus ideas en un modelo formal, ya que si no lo hacen pierden la posibilidad de publicar. Esta obsesión con la formalización pasó del sano objetivo de clarificar el pensamiento a ir a la cola del razonamiento, transformándose en una mera obligación. Todos conocemos la historia del nóbel Akerlof, que no logró publicar su trabajo sobre los lemons hasta que se puso a armar las correspondientes ecuaciones. Samuelson dijo alguna vez que las matemáticas son un idioma, y Leijonhufvud le contestó sin timidez que el inglés también es un idioma.

En el caso referenciado aquí, lo que parece opacar la discusión de Levitt es que él se concentra más en mostrar sus técnicas econométricas que en la explicación del fenómeno en sí, sobre el cual en realidad reflexiona poco. Parece que toda esta cuestión del aborto es la excusa para exhibir una econometría sofisticada más que una investigación completa sobre la declinación de la violencia en los 90s en EEUU.

Y finalmente, ¿qué es lo que determinó esta reducción? En Better Angels of Our Nature, el libro en el cual Pinker desarrolla estos argumentos, el autor no elude la respuesta, pero es demasiado extensa como para resumirla aquí sin que sus explicaciones sean interpretadas fuera de contexto. Y para colmo de males, el libro de este psicólogo no tiene siquiera una ecuación.

Saludos,
EP